dilluns, 23 de febrer del 2009

Todo lo sólido se desvanece en el aire

Alegoría de Marx como Prometeo encadenado.
Litografía de autor anónimo aparecida en 1843 en el "Rheinische Zeitung"(*)


Pep nos recomienda la lectura de Castoriadis. Y señala que Castoriadis destaca la relación entre el nacimiento de la historiografía y el de la democracia. Es así. Ambas ideas van unidas a la noción del “espacio vacío”, un mito griego que indica que hay consciencia de que no dependemos de nada y que somos autonomos, no heterónomos. No hay otra cosa sobre nosotros mismos y nuestra voluntad que nosotros mismos y nuestra voluntad. Nuestra voluntad y aquello en que esta se concreta: la ley, que solo es ley y no canallada tiránica cuando es el resultado de nuestra deliberación –“nadie puede ocupar el lugar de la ley", que es, para la democracia, el lugar de la plaza, de la deliberación y sus decisiones. Por eso “o nos convences o nos acatas” según las leyes le dicen a Sócrates condenado a muerte-. El mito, este mito que es laico, se puede encontrar en Herodoto, como otros varios de mucho interés político y filosófico. Dice Herodoto que cuando Ciro llegó a todo su poder y ya había expandido todo su imperio, se acordó de que en un rincón periférico estaban los griegos. Y , sabedor de sus costumbres, decidió lleno de desdén invadirlos. No tenían dioses ni poderes sagrados ungidos por las divinidades, ni respetaban normas trascendentes: En el centro de sus ciudades no estaba “el templo”, o el palacio del Rey,el palacio del "basileus", la basílica , donde vivía el basileus, esto es, el rey dios, sino una plaza “vacía” –el ágora-. Y se dijo a sí mismo que unos pueblos en medio de cuyas ciudades –polis: estados, es metáfora- no había sino unos espacios vacíos en lo que ellos se engañaban perpetuamente los unos a los otros con su cháchara, mediante sus palabras, eran unas sociedades débiles, de pusilánimes, que además no estaban protegidos por un dios, ni gobernados por los “grandes”. Luego resultó que en esas ciudadades, como nadie era más que nadie, todos estaban dispuestos a luchar hasta el final, y el dios Ciro, que era a la vez que dios, el único ciudadano de su polis, fue derrotado por aquellos charlatanes. La conciencia de este mito, la conciencia de que la polis se levanta sobre/ en torno a una plaza vacía, esto es, la conciencia de que el orden de la polis es “accidente” es contingente, decidido permanentemente por la decisión de todos, que no es un orden determinado por una voluntad extrahumana y que debe ser conforme ella lo ordene, es la consciencia, a la vez, de la historia y de la democracia. La historia recoge y explica lo que ocurre como consecuencia, no de la voluntad de los dioses –eso es la biblia-, sino como consciencia de que es resultado de la voluntad de la eklesía de ciudadanos, que hacen la ley. Por eso Herodoto y Tucídides tienen una consciencia de la fragilidad del mundo en que viven. Están en ese presente y, sin embargo, lo registran con tanto mimo, como algo fugaz que ya casi ha pasado. Saben por experiencia: es un mundo no natural, es un mundo que puede pasar, desaparecer; por eso perciben con tanto “olfato” , con tanto sentido de su incidencia, los actos “históricos” que están viviendo y perciben cómo pueden estar llevando a un “ya no orden democrático”. Parecería que Tucídides nació 100 años después de la guerra del Peloponeso, dada la capacidad de comprender cómo la guerra cuyo fin no llega a ver , está desestabilizando su mundo y llevándolo a su fin. Es la conciencia de que no existe una naturaleza que obligue al mundo a ser de un modo, no existe naturalización de su mundo, ni por la “fysis” ni por los dioses. Es la experiencia de la democracia, el saber que las consecuencias son efecto de las decisiones en la plaza y que los dioses están en los intermundos, y ni se preocupan de nosotros, lo que permite estipular la historiografía. Es la misma conciencia del discurso de Pericles ante sus muertos: luchan hasta la muerte, no porque crean en principios superiores sublimes, no porque se les eduque en la disciplina y en el endurecimiento,- esos son los lacedemonios, no los atenienes- sino porque ellos, los atenienses, y sus hijos viven gozosamente, con buena comida, buenas casas públicas, baños,estatuas hermosas en las callesm teatro, vida relajada, vida buena para sí y para todos, que bien merece ir a la guerra si es para defenderla. Porque solo tenemos la vida, y no hay dioses ni órdenes naturales; por eso tampoco se puede hacer otro panegírico de los caídos, a su muerte: vivieron bien, y deseaban esa vida, por eso fueron a la guerra, a una guerra que ellos mismos decidieron en la plaza.Ni dar otro consuelo a los padres cuyos hijos han muerto: si sois jóvenes consolaos pensando que todavía podréis tener otros hijos; si viejos, consolaos pensando que ya os queda poca vida. Ningún principio, ninguna causa última que explique nada ni consuele… Es esa falta de naturalización del mundo que no se ve en las manipulaciones de la denominada ciencia social actual que naturalizan al mundo del capital y que cuando hay crisis la explican como una “enfermedad” inducida por algún economista canalla y/o dogmático –ahora les toca a los “chicagos”-, y por algunos gánsters capitalistas. A contrario, esa experiencia que genera ese tipo de interpretación del mundo tan dinámica , que encontramos en los escritos delos "hístores"griegos, y que nos genera a su vez una experiencia, una sensación, en tanto que lectores, de “estar ante algo distinto”, es la misma experiencia que como lectores, nos vuelve a producir la interpretación del mundo existente como algo fluido, que casi parece líquido, y que se encuentra en los análisis de un Gramsci o un Lukacs, que es análoga a la de los griegos, y que parte de que el mundo no es más que el sujeto que se saca a sí mismo de sí mismo mediante su praxis,orientada por las ideas que sacamos de nuestra cabeza en un perpetuo negar el individuo lo que hay, y que la praxis es un constante modificarse imparable, que no da lugar a leyes ni a legaliformidades, que en todo momento todo es lábil, y que se puede cambiar , tan solo interpelando a las voluntades de la mayoría para crear un nuevo Bloque de voluntades, una nueva hegemonía, o una nueva “consciencia” –esa experiencia la fundamentan intelectualmente, y así se les echa en cara, en el idealismo: “son idealistas, no materialistas” es el hegelianismo…tal y tal-. Pero qué es la verdad: ¿que todo está gobernado por leyes inconmovibles y que somos heterónomos y que la autonomía es simplemente una ficción y un autoengaño consolador o que –¡idealismo!-"todo lo sólido se desvanece en el aire", según la traducción inglesa de El Manifiesto…la historicidad?

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